Probablemente no fuera el equipo más alto ni más fuerte. Pero ellos, este grupo de verdaderos monstruitos, ha hecho historia en su Colegio que, por primera vez, ha subido al Podio de la Gran Copa Colegial. Esta generación de jugadores se hizo el pasado martes con el título de Campeones de la Pequecopa a base de lecciones de humildad con las que consiguieron sorprendernos a todos.
Estos chicos se merecen un homenaje, un monumento en la puerta de su pabellón. Ya llevaban años apuntando maneras, demostrando dentro y fuera de la cancha que tienen algo especial. Porque permitidme decirlo, son DIFERENTES. Este equipo ha pasado momentos muy duros desde que se formó, especialmente este año, y sin embargo se han levantado de cada caída, han seguido luchando, entrenando, esforzándose esperando que llegara su momento, que la Pequecopa… LLEGÓ.
Su paso por esta Competición es una muestra de todo lo que valen, aunque muchas veces no se lo crean, y también de lo que valen tanto el entrenador que lleva con ellos trabajando toda la temporada manteniendo viva su ilusión, como el que tuvo la oportunidad de hacerlo el martes, transmitiéndoles ese «algo» que cuando te lo da un entrenador, te hace creerte capaz de todo. A veces es difícil mantener la confianza en el equipo y en uno mismo, pero cuando se consigue, no se juega; se vuela. Y esto es lo que hicieron nuestros peques en su paso por la Copa Colegial.
Aun así, lo mejor de todo, o a mi parecer, la clave que les dio la victoria, fuer su entrega, su lucha y su intensidad. A medida que iba pasando el día el cansancio era más notable. Sin apenas tiempo para descansar entre partido y partido, no pasó un momento en el que no presionaran a todo campo asfixiando a los rivales. Potenciaron esta faceta y les llevó a lo más alto. Además, contaron con uno de ellos, que determinó tanto su pase a la final como la victoria definitiva, con un tiro libre marcado en la muerte súbita en la primera, y una canasta en los últimos 10 segundos de la segunda que les puso por delante en el marcador. Una alegría también para él, por ser uno de esos jugadores que siempre están, que no se quejan, que no faltan y que se entregan. Eso sí, tiene una gran suerte, y es poder contar con un equipo que segundo a segundo se dejó la piel en la cancha.
Todos los que hemos tenido la oportunidad de compatir con ellos algún momento, no pudimos evitar desbordarnos de emoción al verles ganar, pero sobre todo, por la manera en que lo hicieron. Ya podía haber un jugador que les sacara a todos una cabeza que no por ello dejaron de luchar por cada rebote. Esto es lo que en definitiva marca la diferencia en la vida, ser capaz de enfrentarse a todos los retos y problemas que se nos quieran poner por delante. Nunca hay que bajar la cabeza, porque al final, todo llega.
Enhorabuena a este Alevín Masculino de VERITAS que sin duda ha marcado un antes y un después en el Baloncesto del Colegio aunque ellos todavía no lo sepan. Enhorabuena a sus padres, que tampoco se perdieron la ocasión y animaron todo el tiempo. Ellos también forman parte del equipo y su apoyo también ha sido determinante e incondicional. Enhorabuena a los entrenadores que ahora más que nunca deben disfrutar de sus enanos. Y enhorabuena sobre todo a ellos, porque se lo merecen.
Para mí, la esencia de haber llegado tan lejos ha sido esa humildad con la que partido a partido fueron sorprendiéndose y creciéndose. La humildad con la que no mirar a nadie por encima del hombro, pero tampoco por debajo. Centrándose en ellos mismos, y sobre todo creyendo. Porque esa fe en tu equipo, es la que te hará llegar a donde quieras.